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¿Qué efectos ha tenido la pandemia de la Covid-19 en la salud socioemocional de las personas adultas mayores? ¿muestran síntomas de ansiedad o depresión? ¿de qué manera esta población ha modificado su comportamiento y sus rutinas? ¿cuentan con recursos personales para afrontar la actual emergencia sanitaria…?
Estas y otras preguntas responde la investigación “Impacto en la salud mental en las Personas Adultas Mayores durante la emergencia sanitaria por COVID-19 en Costa Rica”, coordinada por la Escuela de Psicología de la Universidad Nacional (UNA) y avalada por el Ministerio de Salud, la cual arrancó en octubre de 2020 con una consulta telefónica a esta población, identificada como altamente vulnerable ante la enfermedad.

En la consulta participaron 218 personas con una edad promedio de 69.9 años, en su mayoría mujeres (82.1%), vinculadas a hogares diurnos, grupos comunales y programas de universidades públicas y municipalidades dirigidos a la población adulta mayor.
Los primeros resultados fueron dados a conocer, el 17 de marzo de 2021, por los académicos de la Escuela de Psicología de la UNA Mauricio Blanco—coordinador de la investigación—y Raúl Ortega.

Uso de TIC: más allá de comunicación

Un alto porcentaje de las personas entrevistadas (90.7%) afirmó tener acceso a internet, ya fuera en su casa o en el teléfono celular. No es de extrañar, entonces, que la mayoría ha utilizado el teléfono convencional o celular (mensajes, WhastApp o similares) para comunicarse, en lugar del contacto cara a cara.
De hecho, el estudio revela que el 88,5% de las personas mayores entrevistadas indicó que el uso de la tecnología le ha permitido mantener mayor contacto con sus familiares y amistades.
Pero no se quedaron ahí. Un 79.8% usa la tecnología para entretenerse y un 59,2% lo ha utilizado para actividades instrumentales como gestiones de compras, citas médicas y pago de servicios, lo que indica—según los investigadores—que se deben seguir fortaleciendo las capacidades en el uso de la tecnología en las personas mayores, más allá de su uso para comunicación u ocio.

¿Y el miedo?

Para informarse sobre la Covid-19, la principal vía que utilizan es la televisión (92.2%), seguida de “amigos o familiares” (74.3%) y redes sociales (64%).
A pesar de reportar mantenerse informados acerca de la pandemia—un 82,6% dice hacerlo frecuentemente por semana—y que se les ha identificado como población de alto riesgo al contagio, las personas mayores entrevistadas reportan puntajes bajos en miedo ante consecuencias en su salud provocada por la COVID-19.
“Diferentes investigaciones a nivel internacional muestran que en el contexto de la pandemia, la diferencia no la hace la edad, sino la forma cómo las personas afrontan los estresores”, afirma el psicólogo Mauricio Blanco, coordinador de la investigación.
Al respecto, el psicólogo social Raúl Ortega—especialista en abordaje de la salud mental en situaciones de emergencia—añade que lo primero que se recomienda a las personas es recordar qué estrategias pusieron en marcha en el pasado para poder afrontar situaciones críticas y las personas adultas mayores tienen una fuente de experiencia significativa que pueden poner en práctica”.

Afrontamiento y adaptación

En promedio las personas valoran muy buena su salud; sin embargo, la percepción de su salud actual comparada con antes de iniciar la pandemia se ubica en puntajes medios.
A pesar de esto, reportan bajos puntajes en indicadores de salud mental como ansiedad, depresión, vulnerabilidad psicológica y puntajes altos en capacidades de afrontamiento como pensamiento positivo ante la adversidad, control personal, resiliencia y sentimientos de eficacia personal.
La mayoría de las personas entrevistadas reportan que no tenían dificultades funcionales antes de la pandemia, estas capacidades no han sido alteradas durante la pandemia.
En orden de prioridad, las preocupaciones más significativas de estas personas actualmente son: la situación general del país, la salud de las personas familiares, la salud personal, la situación económica de la familia.
Asimismo, la mayoría reportó mantener una alta satisfacción con su vida actual, mejor percepción de satisfacción con la red de apoyo (familia, amistades y pareja) y bajo sentimiento de soledad. Además, indican que la Pandemia ha tenido pocos efectos sobre la calidad de las relaciones familiares. Es importante tomar en cuenta que la mayor parte de la población entrevistada (78.4%) vive con pareja, hijos y nietos u otros familiares.
En cuanto a sus rutinas, si bien indican que durante la pandemia han disminuido actividades como salir a caminar y hacer ejercicio en casa, reportan que han mantenido otras como leer, escribir, aprender cosas nuevas, entre ellas participar en cursos virtuales.
Además, realizan actividades de cuidado personal que potencia su salud mental como actividades de desarrollo espiritual, actividad física, aprendizaje, actividades de ocio, búsqueda de ayuda profesional, las cuales han mantenido o incrementado en el contexto de pandemia.
Un 99.5% indica seguir las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias para el control epidemiológico (lavado de manos, uso de mascarillas, protocolo de estornudo y toser) distanciamiento social (97.7%), socialización en la burbuja social (97.7%).

Investigación
Coordinada por la Escuela de Psicología de la UNA, la investigación “Impacto en la salud mental en las Personas Adultas Mayores durante la emergencia sanitaria por COVID-19 en Costa Rica y España”, se realiza en conjunto con la Universidad de Costa Rica (UCR), la Universidad de Valencia, España, y dos universidades norteamericanas.

El equipo investigador está integrado por:
Mauricio Blanco-Molina, Escuela de Psicología UNA (coordinador)
Sacramento Pinazo-Hernándis, Dpto. Psicología Social Facultad de Psicología, Universidad de Valencia. España.
Raúl Ortega Moreno, Escuela de Psicología UNA
María Dolores Castro Rojas, Escuela de Psicología, UNA
Mónica Salazar-Villanea, Instituto Investigaciones Psicológicas UCR
Esteban Montenegro-Montenegro, UC Davis Alzheimer's Center, Universidad de California en Davis.
Julián Montoro-Rodríguez, Departamento de Sociología y Departamento de Gerontología, Universidad de Carolina del Norte en Charlotte.